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Roer

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer / esmalte en aerosol, tinta china y lápiz sobre papel / 33 x 96 cm / 2011

Roer

Roer / vidrio, zapallo / 60 x 60 x 80 cm aprox. / 2016

Roer / acrílico sobre pared / medidas variales / 2016

Roer / vidrio, toalla, metal, neón y esmálte / medidas variales / 2016

Roer / peluca, pino desodorante y esmalte en aerosol sobre pared / 40 x 60 x 10 cm / 2016

Hipótesis de una conciencia  

 

La razón apesadumbrada por

no haber podido evitar esa escisión.

María Zambrano.

Es interesante la idea de Héctor Libertella sobre un post-hombre, sobre un hombre actual que tiene premoniciones de un futuro que, según él, ya pasó, una humanidad hipotética; sus premoniciones son, en realidad, recuerdos. En los dibujos de Marisol San Jorge, en esas partituras de cuerpos fragmentados, puedo leer esa conjetura dramática, sobre una verdad inasible o un sentido ramificado. Sin embargo, y vale la pena aclarar, ambos ríen de sus propias teorías desfasadas, el ícono y el signo nos informan un estilo singular que, para reproducirse, no necesita la eficaz sustancia de un referente. El fragmento, las sombras, las siluetas nos conducen de modo inesperado  por una narrativa del cuerpo que se sostiene por la fuerza del movimiento, por la potencia de la danza.  

Lo carnal, donde el tiempo y el espacio se despliegan, puro acontecimiento que se abre, retiene las huellas que sus pasos dejan. Las piernas y la espalda, el abdomen y las caderas arriesgan una coreografía incompleta pero certera: aceptan las reglas del juego y crean. Los limites de lo orgánico, la aventura imaginada de un futuro que siempre vivimos como pasado, no detienen el deseo. La obra de Marisol se encarga de restaurar el mundo con imágenes privadas, inconscientes o soñadas, desfasadas siempre de la representación.

Entre los dibujos y objetos que se despliegan aquí ocurre este tipo de dialogo, la rebelión a las formas estereotipadas y al régimen del diseño, configuran complejas cartografías. La obra, en su totalidad, opera como un embrujo o exorcismo para liberar el flujo de imágenes interiores de la máquina reproductiva del patriarcado y el intercambio binario. 

Así, los cuerpos de Marisol son prótesis de cuerpos reales que ayudan a reponer la propia sangre, su destino de sombra. Los objetos refuerzan esta idea contrastando al reino vital, la persistencia del artificio; la trama perversa de las estructuras naturalizadas.

Los cuerpos, la repetición minuciosa y obsesiva de algunas partes anatómicas, la superposición de atuendos fantasmagóricos, de pequeños seres ingiriendo a otro o multiplicando su forma, podrían pensarse, en su conjunto, como líneas de una dramaturgia, un teatro extraño y visceral donde se manifiestan silencios, gestos y ritmos, un repertorio de atributos y situaciones expresivas que gravitan la órbita desfasada de lo hipotético.   

 

Mariana Robles

Curaduría: Lucas Despósito

Museo Genaro Pérez

Córdoba, Argentina / 2016

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